CON LOS GARABATOS DE LA
MEMORIA
El cielo disminuía el rojo
intenso del crepúsculo y las pocas lágrimas del sol. Eso significaba que su
madre, ya sin el apoyo de la luz, debía volver y esperar a que despuntase el
alba. Y allí estaba, ansioso entre las cuarterías, esperando con un par de
folios y un lápiz del cole. Finalmente ella apareció suspiro tras suspiro y, al
ver a su pequeño, echó mano a su delantal y extrajo del bolsillo un pequeño
tomate para él. «Toma, cariño, para que lo disfrutes». Con su voz, Bruno
comenzó a saborearlo con los garabatos de las palabras.
(Pablo Alemán, 2018)
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